Comparto este artículo de Ricardo Blume actor y escritor peruano radicado en México. Nos hace pensar y reflexionar.
Yo no sé si a
usted le pasa, pero me temo que sí. Nos falta tiempo para vivir. Dicen que este
correr disparatado de un lado para el otro, este ir siempre contra el reloj, disculpándonos
con todos por no haber podido, por no haber llegado...dicen que esto es vivir.
Puede ser. Pero qué
pena ¿no? si así fuera. Hace años que me prometo: cuando salga de esta haré
esto y lo otro; leeré esa obra en varios tomos que me mira acusadora desde el
librero; oiré con calma, libreto en mano, esas operas de Mozart que tanto me
divierten; escribiré esas cartas sabrosas a esos amigos lejanos...
Pero nunca salgo
de ésta y se me pasan los días sin poder encontrar, entre tanto ajetreo
absurdo, ese tiempo para vivir. Ese tiempo sin tiempo que se parece tanto a la
oda de Fray Luis de León.
Muchas veces me
pongo a envidiar a los honrados oficinistas que a las seis o siete dejan todo
cerrado y se van libres a la calle, a no volver a pensar en sus papeles hasta
la mañana siguiente. Pienso que ellos sí tienen tiempo para vivir. Aunque no
sean las mejores horas del día. Pero sí largos ratos para hacer lo que les
venga en gana.
También envidio a
los artesanos, a los que trabajan con sus manos libres sus mentes para
fantasear en lo que quieran, hacer castillos en el aire o silbar la melodía que
mas les guste.
Pero otras veces
me imagino encerrado y prisionero de una rutina repetida hasta el hartazgo
semana tras semana, y entonces prefiero no ser oficinista, aunque sigo
envidiando al artesano.
Uno se lleva
consigo el trabajo en la cabeza.
En fin, supongo
que uno es lo que le tocó ser o lo que se supone que quiso o pudo ser y hay que
aguantarse. o tener la suficiente viada o motivo para dar un viraje de timón de
ciento ochenta grados. Bastante utópico, por cierto. Pero mientras tanto, usted
y yo, que no estamos en un caso ni en otro, deberíamos buscarnos una manera de
tener tiempo para vivir. Quizás inventándonos a cierta hora del día una de esas
citas inevitables a las que hay que asistir por angas o por mangas. Y esa hora
robada a los relojes suizos dedicarla con fruición y regodeo de cosa prohibida
a una de esas actividades agradables tantas veces postergadas. O declararse un
feriado a mitad de semana. No sé. Alguna manera de robarle tiempo al tiempo.
Porque es una pena que se nos pase la vida sin darnos ese gusto.
Hombre, que esto
no sea pretexto para ociosos y vagos. Hablo de usted y de mi que trabajamos a
conciencia, como buenos conflictivos que somos, y no nos permitimos la menor pérdida
de tiempo.
Usted y yo que siempre
tenemos mucho que hacer, muchas llamadas que contestar, muchos pequeños absurdos
compromisos que nos van envolviendo y al final resulta que vivimos esclavos de
nuestro propio sentido del deber.
A veces me digo:
suelta el mundo, hombre,que no se va a caer. Échate a roncar, que no va a pasar
nada mientras tu no vigilas. Eres más insignificante que un granito de arena. Si
ni vas a dejar un espacio vacío cuando te vayas. Entonces ¿a qué sentirte
responsable de la humanidad candelejón? Pero uno es contra el trueque. Ni Atlas
sosteniendo el mundo en sus espaldas se siente tan agobiado como ese
conflictivo mortal a quien todo afecta y nada deja indiferente. Al menos, nada
de este pequeño mundo nacional
Tiempo para vivir,
para ir hacia el mar que está tan cerca y al que le damos la espalda nueve
meses al año. Para salir a buscar el sol, oculto casi siempre por la neblina limeña,
pero que está casi con seguridad a cuarenta o cincuenta kilómetros afuera.
Tiempo para buscar
a esos dos o tres amigos de juventud que aun lo siguen siendo, entrañablemente,
aunque sólo los veamos a la muerte de un obispo o de un pariente.
Tiempo para darse
una escapada a esos pueblos del Perú que no se sabe bien por qué uno siempre ha
querido conocer. O para quedarse en aquellos que sólo conocemos de paso o en
breve visita de trabajo y compromisos.
¿Será mucho
pedirle tiempo al tiempo para vivir? o ¿vivir será este pasarse el tiempo sin
tiempo disponible para el goce sin premura?
Preguntas al
viento. Cándidas reflexiones de quien quisiera, como los niños, darse el lujo
de eso que los hombres serios llaman...
“PERDER EL TIEMPO”
Ricardo Blume
21 de enero 1998
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